sábado, 14 de agosto de 2010

Reencuentro

Siento que el amor de HaShem es totalmente inefable, y que es más fácil sentirlo que poder expresarlo.



Recordando mi travesía por el desierto de la falta de Fe, recuerdo haber perdido la costumbre de la vida hasta tal punto que a veces sentía una suerte de asco por la vida verdadera, y por eso me sentaba mal el que me la recordasen.



Alejado de la mano del SEÑOR, llegué a considerar la vida como un trabajo, casi como un empleo. ¿Y por qué me afanaba? No lo sabía.



Entonces caía en tutelas de ideologías materialistas cuanto mas alejadas de la espiritualidad, mas me atraían.



Hubo un momento en desee sentirme libre y soñé con desligarme también de toda tutela ideológica humana y entonces me encontré peor porque no sabía que hacer.



Os lo aseguro amigos. Desligad a cualquiera de sus trabas, ampliad el horizonte de su vida, dejadlo sin tutela y... os aseguro que al punto volverá a dejarse caer bajo alguna tutela.



Dejadnos solos, sin ideologías que nos digan qué debemos pensar, y de inmediato nos perderemos, nos embrollaremos.



Ya no sabemos dónde está la realidad, ya no sabemos ser sinceros con nuestra experiencia, ni lo que amamos ni lo que aborrecemos. Igualmente ignorantes de lo que merece estima y de lo que sólo ha de inspirar desprecio.



Pero siguiendo ideologías meramente humanas, descubrí que solo me empeñaba en ser un tipo de hombre corriente que nunca ha existido.



Alejados de HaShem, hemos nacido muertos, y hace mucho tiempo que nacemos de padres que ya no viven, y eso nos agrada cada vez más en esta sociedad. Dentro de poco querremos nacer de una ideología.



Llegar a esa conclusión, me estaba volviendo loco.



Y para crear buenas relaciones... con mi mente, ahora pienso sobre lo que debo aprender de los otros; con mis ojos miro las cualidades de los otros; con mis palabras, trato de reconocer, valorar y apreciar sus logros; con mis acciones, anhelo cooperar y hacer algo por otros.



Porque creedme amigos, el amor por El Eterno, nos hace salir de nosotros mismos, nos sitúa en la esfera de la entrega desinteresada, en el don de contemplar lo sublime, lo que no tiene nombre, porque no se lo puede calificar con nada: es compañía silenciosa, es presencia excesiva y tremenda. Es el Todo suspendido y traspasado por nuestras culpas, por nuestra Nada.



¿Existe algo comparable a esto?



Ahora, si fuera más rico, o si tuviera más bienes, o fuera más inteligente todo lo dejaría por El, pues es contemplando la obra del Creador cuando nos damos cuenta de que si te quedas sin nada, lo alcanzas Todo.